Eje Ecoturistico

Eje Ecoturistico


Fantino-Sierra Prieta-Hatillo

La República Dominicana cuenta con un potencial ecoturístico que no tiene parangón en ninguna isla del Caribe. A menos de dos horas de viaje de la capital tenemos uno de los lugares más hermosos que podamos imaginar. En la provincia de Sánchez Ramírez, muy cerca de Cotuí, su principal ciudad, se encuentra el área que denominaremos Fantino – Sierra Prieta – Hatillo. Esta zona se caracteriza por la belleza de los parajes naturales que atesora, sus recursos culturales, especialmente de Arte Rupestre y por la cordialidad de las gentes que la habitan. Este eje ecoturístico es un paraíso para el excursionista. No cuenta con infraestructura hotelera.

En la zona se puede disfrutar de cavernas con arte rupestre, arroyos de aguas cristalinas, verdes prados, formaciones de calizas cubiertas por el bosque tropical, umbríos cacaotales, y la Presa de Hatillo. Una Sociedad Ecológica, con sede en Fantino, vela por la conservación del patrimonio natural de toda esta área. La Sociedad ha definido la ruta que permite apreciar todas las bellezas que nos ofrece este maravilloso enclave.

Saliendo de Fantino nos encaminamos hacia Sierra Prieta, donde además de la belleza paisajística que supone este enorme promontorio calizo cuajado de vegetación, que se eleva unos trescientos metros sobre los prados de la llanura, encontramos una pared con mas de cien impresionantes petroglifos geométricos realizados en época prehispánica. Este lugar es muy apreciado por los excursionistas y allí se reúnen regularmente jóvenes de los pueblos vecinos durante los fines de semana.

De allí, siguiendo la senda del arte rupestre, nos dirigimos hacia Comedero, donde caminaremos por los márgenes del río Piedra, aprovechando alguno de sus remansos para disfrutar de un baño en sus cristalinas aguas. Al llegar al lugar donde este río se junta con el Cuaya, podemos recorrer los verdes rincones que forman los prados al acariciar las laderas de las pequeñas sierras que los circundan. Y allí también podemos adentrarnos en las entrañas de las guácaras, donde reposan su sueño de milenios algunas de las muestras más interesantes del arte rupestre que nos legaron los tainos.

Abandonando aquel enclave, recorriendo los caminos de tierra que comunican toda la zona, nos encaminamos hacia Hernando Alonso. A los lados de los caminos, salpicando la vegetación y los campos sembrados de piñas y bananos, observamos las típicas casas, fabricadas en madera y pintadas de vivos colores donde moran las cordiales gentes de la zona. Muchas de estas viviendas se engalanan con modestos jardincillos henchidos de flores. Cruzando el pueblo, a poca distancia, llegamos a la Presa de Hatillo, donde el agua se convierte en protagonista de nuestra visita. Vela, esquí náutico, natación o pesca; cualquier deporte náutico es bienvenido en esta inmensa plancha de azules aguas contenidas por los montes y por un terraplén que le cierra definitivamente el paso hacia el valle.

Seguimos ahora a pie bordeando la presa en una suave subida hasta las alturas que la rodean, pudiendo así disfrutar de la impresionante vista del lago que se ofrece ante nosotros. Este sendero nos lleva hasta el Hoyo de Sanabe, cerrada hondonada donde entre bellísimos prados y frondosos bosques tropicales que trepan sobre pequeñas elevaciones de caliza, llegamos a una de las cuevas más hermosas que se pueden visitar en el Caribe, la guacara del Hoyo de Sanabe, donde más de novecientas pinturas tainas nos muestran animales, plantas, objetos y ritos de los desaparecidos aborígenes de la isla.

Aprovechamos este alto para degustar algunas frutas que hemos recogido por el camino. Naranjas, mangos, caimitos y algunas otras de sugerente nombre, como el mamón. Un poco de agua fresca y algo de chocolate amargo preparado en bolas majadas en pilones de madera, de las que preparan los campesinos con los que charlamos en los altos que hicimos por el camino, nos ayudaran a recuperar fuerzas y seguir con nuestra apasionante excursión.

Cruzando las mansas aguas de la presa en un bote de motor disfrutaremos de un paseo inolvidable, y así desembarcamos al lado del terraplén que contiene las aguas, donde podemos disfrutar de otra hermosa vista del otro lado del valle cruzado por las serpenteantes aguas del río Yuna. Volvemos a recorrer los caminos dirigiéndonos esta vez hacia Caballero, donde nos internaremos entre los cacaotales que se derraman entre las laderas de los torrentes. Son estos lugares auténticos jardines, donde las anchas hojas de las plantas de sombra decorativas que mantenemos en nuestras viviendas se muestran aquí en su hábitat natural, creciendo al pie de gigantescas amapolas y de ceibas centenarias.

Adolfo López Belando .

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