Arquitectura

Arquitectura dominicana

La República Dominicana es un singular muestrario de corrientes y estilos arquitectónicos que representan una historia de siglos de arte, de destrezas y técnicas de construcción, y retratan la lucha humana por la adaptación, la búsqueda de refugio, de comodidad y la expresión de motivaciones estéticas.

En una marcha secular, la arquitectura nacional llena el espacio de versatilidad creativa. Acoge, transmuta lo vernáculo de raíces taínas, la herencia hispana, y se adecúa a las corrientes mundiales de todos los tiempos. En las obras más recientes, se acopla a modelos de vanguardia high-tech y cambia el panorama urbano con vuelos verticales rebosantes de eclecticismo.

La historia de su arraigo, asimilación y de su estética la cuentan los bohíos, las viviendas populares, las estructuras modernas de clases altas y medias, y la herencia de su pasado colonial.

La narran “los muros y calles adoquinadas de la ciudad colonial que atesoran las primicias de América”: la primera catedral, el primer castillo, la primera fortaleza”, como señala el libro “Lo Dominicano/All Things Dominican”, de la Global Foundation for Democracy and Development (GFDD).

“El sincretismo se respira en la nación…en fachadas coloniales, balcones y columnas de la herencia europea, en los elementos indígenas, en la arquitectura popular que concilia  realidades rurales y urbanas en el marco del clima, los recursos disponibles y las influencias históricas” (“Lo dominicano/ All Things Dominican”).

A lo largo y ancho del territorio nacional  confluyen los motivos góticos, moriscos, mudéjares, platerescos, renacentistas, barrocos, neoclásicos, y pueden rastrearse los estilos victoriano, republicano, moderno y postmoderno.

En el trasfondo suburbano, en los barrios y a lo largo de carreteras pervive “la casa típica”, con sus elementos antillanos, techos de zinc acanalado, madera aserrada, ventanas de celosías, pisos de cemento y vistosos colores (Lo Dominicano/All Things Dominican).

Pasado y presente se juntan en la arquitectura del siglo XXI. El bohío indígena perdura en la vivienda rural de cana, yagua y bejucos.

Sus elementos, líneas y materiales vegetales, se integran a estructuras contemporáneas de “sabor autóctono”, como lo ejemplifica el aeropuerto de Punta Cana, y se reactualizan en villas y edificaciones hoteleras para encanto de los visitantes (Lo Dominicano/All Things Dominican).

En el proceso de las transformaciones post-modernas de finales del siglo XX, ciudades como Santo Domingo pierden el perfil horizontal en pos de la verticalidad ecléctica de un estilo arquitectónico internacional que predomina en el  XXI.

La ciudad cambia vertiginosamente, las mutaciones alteran los sectores residenciales al punto de hacerlos irreconocibles a los ojos de los propios capitaleños. Desaparecen con igual rapidez las casas solariegas de grandes jardines, como las viviendas de clase media y baja. Al mismo ritmo se levantan las torres, las plazas y centros comerciales que actualmente arropan y definen el  espacio urbano.

Enfrentados a la post-modernidad internacional, arquitectos dominicanos buscan expresiones propias, incorporando a sus diseños elementos de la cultura, el clima y el espacio con una visión fluida, abierta a lo nuevo, sin perder los rasgos nativos.

Sus colegas del pasado encararon dilemas similares.

En su largo trayecto desde la fundación de la República, la arquitectura nacional ha marchado al ritmo de altibajos históricos, estampada por las luces y sombras del desarrollo nacional.

 

Primer Período (1844-1865)

Mientras el mundo inauguraba el vidrio, el acero y las estructuras prefabricadas de hierro colado y cristal, como el Crystal Palace, de Londres (1851), la arquitectura dominicana estuvo anquilosada en el estilo neocolonial republicano, deprimida por las guerras durante los 21 años transcurridos entre la fundación de la República y su restauración en 1865.

Los dominicanos vivían en la pobreza, en medio de una economía y agricultura paralizadas, y los escasos recursos se invertían en armas y pertrechos militares.

El ejemplo más acabado de ciudad era Santo Domingo, con sus murallas en puntos cardinales claves, norte, sur y oeste, doce fuertes y batallones menores, en adición a otras tres fortalezas que protegían la parte oriental, una de ellas en la desembocadura del río Ozama.

La ciudad amurallada reconstruida en 1502 por el gobernador español Nicolás de Ovando, en la margen occidental del río Ozama, estaba en franca decadencia al alumbrar la nación. Los palacios, fortalezas, casas, iglesias y plazas eran una “monumentalidad ruinosa”.

Del poder colonial quedó el esquema arquitectónico, las calles rectilíneas, en “damero” o patrón cuadricular, cruzadas en ángulo recto, formando cuadras regulares, y los  inmuebles pegados unos de otros.

La vida familiar siguió transcurriendo en las edificaciones volcadas hacia dentro, con patios internos, fachadas austeras, puertas altas, ventanas enrejadas, con cornisas en ladrillo, teja plana y basamento.

Al fundarse la República, la ciudad seguía dominada por su trasfondo arquitectónico medieval de tapia y encalado, la presencia renacentista, los detalles góticos-isabelinos, moriscos y mudéjares de sus edificaciones.

Oprimía el aire la decadencia de los palacios de estilo plateresco con su mezcla gótico-renacentista, que compartían el espacio con las estructuras austeras del herreriano hispánico, caracterizado por su simplicidad y desnudez.

Las casas del período neocolonial republicano eran de tapia, de un solo piso y de dos en menor grado, levantadas en el centro de la ciudad para los residentes pudientes, quienes comenzaban entonces a instalar pisos de cerámica tipo gravilla.

En el entorno y la periferia de ese casco dejaban de existir las calles. Los caminos eran de tierra, sucios e irregulares. Proliferaban las casas humildes tipo bohíos, con paredes de troncos finos leñosos, cañas o bambúes, ensamblados con ligaduras, y techos de yagua o cana, tablas de madera a dos o cuatro aguas, sin cambio de inclinación.

Mientras las familias acomodadas reproducían el modelo hispano, los pobres transmitían por necesidad la herencia taína, construyendo sus bohíos con postes de madera enterrados en el suelo y sujetados por bejucos, así como las “atarazanas” o enramadas hechas de madera y cubiertas de grandes hojas de palma.

Fuera de las murallas, en un promontorio “a tiro de escopeta”, crecía la villa de San Carlos de Tenerife, fundada por canarios en 1684, y se abrían los caminos de Gascue.

En los campos prevalecía el bohío rectangular simple, de yagua, donde sólo se dormía,  porque la gente pasaba las horas del día al aire libre, trabajando en los conucos o descansando en las enramadas.

Otros bohíos tenían muros de horcones, tejamanil o tablas pintadas, y eran levantados, como hoy, por la familia o los convites de vecinos.

 

Segundo período (1866-1899)

En los 33 años que transcurren desde la Restauración de la República hasta el final del gobierno del Presidente Ulises Heureaux, la arquitectura dominicana florece aparejada a las mejoras económicas, los servicios eléctrico y telefónico, el cable telegráfico y la mecanización ferroviaria.

En esta etapa se introduce el hormigón armado, nace el negocio de bienes raíces, y comienza a importarse asbesto cemento, hierro, tejas de pizarra y barro, ladrillos y madera.

Como corrientes prevalecieron los estilos colonial modificado, neocolonial republicano, victoriano y vernáculo.

El estilo colonial modificado mantuvo su esquema hispánico, con nuevos aditamentos adaptados de Norte América, como las molduras en las fachadas, pastiche o enmascarillado.

En el estilo colonial republicano, las nuevas edificaciones construidas en esta etapa tuvieron esquemas de planta y fachadas coloniales de dimensiones reducidas, con elementos que surgen en el período.

Se caracterizaron por las puertas y ventanas con cornisas rectilíneas o piramidales, y vanos  en alto relieve, enmarcados en pastiche, arqueados, rectangulares o combinados. Tenían antepechos más altos y mayor cantidad de relieves en el pañete. Algunas edificaciones incorporaron ornamentos del neoclasicismo francés, a manera de estucado con disposiciones y tímidos revestimientos de alto relieve.

El estilo victoriano se introdujo al país en 1870 y se desarrolló con mayor esplendor en la ciudad de Puerto Plata, que era entonces el mayor puerto de intercambio comercial con el extranjero.

Las edificaciones victorianas, del vernáculo inglés antillano, se construyeron principalmente en madera, por su bajo costo, y algunas, en ladrillo. Sus estancias poliédricas – de tres a cinco lados – operaban como ventanas salientes, y en las fachadas se multiplicaban los saledizos, cornisas, aguilones, ventiladores, columnetas y balaustres torneados.

Otras características de las viviendas victorianas fueron el calado diverso de los festones en los aleros extendidos a los topes de las galerías y a las fachadas laterales. Otros elementos destacables son la madera finamente trabajada, las piezas de hierro en serie importadas y ensambladas en el país.

Por igual, las variantes del estilo anglo-antillano y el ‘gingerbread’ con puertas y ventanas inglesas, francesas, americanas y balcones victorianizados.

El estilo vernáculo nacional se enriqueció con motivos victorianos, como los adornos exteriores de madera torneada o taladrada en balaustres, ménsulas; ventiladores, tímpano de frontones, festones variados en la parte superior de los tabiques, separando las piezas de las casas; paredes y techos forrados de tabloncillos meticulosamente trabajados; puertas de persianas francesas de madera, y ventiladores de diseño geométrico, motivo abanico, sobre las puertas.

Otra influencia fue la introducción de planchuelas de zinc como techo a dos aguas,  en sustitución del techado tradicional de yagua y tablas, y el uso de este metal en el levantamiento de las paredes.

En Santo Domingo se produjeron cambios sustanciales. La ciudad salió de sus murallas, en las cuales se hicieron brechas, aunque retuvieron su importancia sicológica de seguridad y su estatuto de frontera perceptiva entre el espacio urbano y el rural. En 1883 se hicieron las primeras perforaciones, y para 1888 y 1900 se habían desprendido las puertas de El Conde, La Misericordia y San Diego.

En 1893 la capital tenía 2,654 viviendas y una gran intensificación de sus suelos para uso comercial. Los establecimientos comerciales se aglutinaron en la llamada área de Navarijo, que comprendía las calles El Conde y Arzobispo Nouel, desde la calle Sánchez y el nordeste de Santa Bárbara. Allí se alojaban las tiendas pequeñas, panaderías, pulperías, farmacias, ferreterías, carnicerías, panaderías, talleres de herrería.

El área central, comprendida entre las calles El Conde, Sánchez, Isabel la Católica, hasta la plaza del mercado, albergaba las mejores tiendas, hoteles, negocios, entre ellos dos grandes almacenes importadores.

Los mercados eran puntos de intenso comercio, tanto la Plaza de las Verduras como  el Nuevo, el Viejo, y el llamado La Ceiba, cercano al puerto.

Dos obras públicas importantes de esta etapa fueron el puente de hierro con tablones de madera sobre el río Ozama, reconstruido en dos ocasiones por desastres naturales, y ubicado donde actualmente se encuentra el Ramón Matías Mella. Y el muelle con enramadas de hierro del Ozama, levantado a mediados del 1870 y ampliado en 1890.

Asimismo, se amplió el Cementerio municipal La Sabana, se construyó un hospital militar, un Laboratorio Municipal, y se reorganizó el correo postal.

Las primeras luces eléctricas fueron encendidas en el Parque Colón el 27 de Febrero de 1896 desde una planta situada en el Timbeque, al Noreste, fuera de las murallas.

Se produjo un patrón desorganizado de subdivisión de lotes en parcelas irregulares que redujo el tamaño de las manzanas y de los inmuebles pegados unos de otros, sobre todo en barrios populares.

La tapia siguió siendo el principal material de construcción, y en los pisos se usaban ladrillos gruesos de tamaño pequeño, y la madera. Se individualizaron los segundos niveles, lo que conllevó al adosamiento de escaleras exteriores. A la vez, se acentuó la simetría y el ritmo de los componentes de las fachadas. Las calles retuvieron su ancho y longitud.

El trazado damero, cuadricular, de la ciudad se extendió más allá de las murallas en lo que posteriormente sería Ciudad Nueva.

 

Tercer Período (1900-1930)

Los primeros treinta años del siglo XX fueron altamente prolíficos para la arquitectura dominicana. Las edificaciones en hormigón armado cambiaron la fisonomía urbana, y muchas de ellas se han convertido en obras clásicas dignas de preservar.

El alto grado de plasticidad del hormigón y la variedad de alternativas en la construcción influyeron decisivamente en los cambios arquitectónicos de la época. Introducido por inmigrantes catalanes que se establecieron en Santo Domingo y San Pedro de Macorís, el material delineó el perfil del casco urbano, al propiciar el crecimiento vertical.

Las nuevas edificaciones de varios pisos daban un punto de altura al panorama citadino y producían la sensación de cierre espacial. Un contribuyente destacado en ese proceso fue el ingeniero puertorriqueño Benigno Trueba Soares, hijo de españoles.

Santo Domingo se expandió más allá de sus antiguos bordes, desaparecieron las murallas, y lo que había sido la ciudad intramuros era en 1930 un sector adicional, aunque seguía siendo el principal núcleo comercial, social y político, incluso cuando se construyó en sus afueras la mansión presidencial y la Secretaría de Fomento y Comunicaciones.

La ciudad creció en dirección oeste-noroeste con viviendas para las clases altas, y de norte-noroeste para los pobres, quienes se mantuvieron fieles al estilo hispánico y al uso de la tapia por razones económicas.

El estilo vernáculo permaneció en las casas de madera y zinc, mientras que antiguas construcciones del estilo neocolonial republicano cambiaron sus balaustradas de hierro por otras de hormigón.

Para los pudientes, el eclecticismo se hizo norma, tomando elementos nuevos y viejos. Así se mezclaron los patrones neocoloniales con nuevos estilos, lo neoclásico, el art nouveau, lo folklórico, neohispánico, neomudéjar, el californiano de aire español y el de bungalow, y el esquema plantación inglesa.

Lo neoclásico de estilo criollo se impuso con mayor fuerza en las construcciones oficiales coloniales, transformando fachadas, agregando elementos compositivos: líneas sencillas, severas y frías, simetría, simplicidad de volúmenes, ornamentación sobria, ventanas adinteladas con cornisas singulares y triangulares repetidas en las puertas. Además, motivo abanico en los vanos, almohadillado del pañete para fortalecer las líneas del alzado. Se acogió el uso de elementos prefabricados en hormigón.

La incorporación del estilo francés republicano  fue impulsado por el arquitecto dominicano Osvaldo Báez, hijo del Presidente Buenaventura Báez, y educado en Francia. A su cargo estuvo la restauración del Palacio de Gobierno, actual Museo de las Casas Reales.

El arte nouveau o naturismo manierista floreció entre 1890 y 1910 en una arquitectura experimental importada por catalanes, que fusionaron lo tropical con el modernismo europeo. El estilo favoreció las estructuras de apariencia asimétricas, las líneas largas y sinuosas simbólicas de la naturaleza, que dulcificaron las líneas rectas del neoclásico colonial. Aprovechó el hormigón y sólo abarcó la composición del alzado sin influir en los esquemas planimétricos.

Muestra del nouveau es la Casa de las Raíces, construida en el sector de Gascue, en la primera década del siglo XX, por el ingeniero civil vegano Zoilo Hermógenes García, con la ayuda de los maestros catalanes en albañilería y construcción José Turull, Jaime Malla y José Doménech. Troncos, ramas y raíces se convirtieron en los elementos estéticos y estructurales de la vivienda (Lo Dominicano/All Things Dominican).

El estilo folklórico, que adapta elementos del arte popular, surgió para oponerse a la influencia que trajo la invasión norteamericana de 1916, y se expresó en dos vertientes, una de ellas la neo-hispánica, que enfatizaba el uso de tejas rojas sobre cornisas de vanos y tejados; paredes blancas de estuco liso o fragoso; columnas apareadas en las ventanas y vestíbulos; arcos de medio punto y cerámicas vidriadas.

El arquitecto español Pedro de Castro destacó en esa vertiente, y ejemplos de ella se encuentran en casas de las calles Hostos y Arzobispo Nouel.

Otra vertiente fue la neomudéjar, con juego de tejados que individualizaban áreas y establecían diferenciación volumétrica en el marco de grandes esquemas compositivos, así como detalles arabescos en arcos, relieves y cerámicas. Se desarrolló en San Pedro de Macorís y en Santo Domingo, donde se puede ver un modelo de este tipo en una casa de la calle José Reyes.

Los esquemas importados por los norteamericanos durante los años de la ocupación –1916-1924 – propiciaban la integración armoniosa de la edificación con la naturaleza, el predominio de líneas horizontales, galerías corridas, los techos inclinados, piso elevado sobre pilotes o basamento, autonomía volumétrica y entorno paisajístico. El estilo, que requiere una gran cantidad de terreno, no pudo arraigar en la zona intramuros. Fue propiciado por Juan de la Cruz Alfonseca y Antonín Nechodojma.

El estilo californiano se caracteriza por su aire español con juegos de volúmenes, techos de tejas rojas y paredes blancas. Lo ejemplifica la antigua quinta de Michelena, actual sede de la Cancillería dominicana, en la avenida Independencia.

El esquema de plantación inglesa se reconoce por la galería perimetral que bordea el conjunto, el techo de zinc a dos aguas, jardín frontal como antesala de la vivienda, y galerías corridas. Son de madera importada y tienen muebles de mimbre. La primera vivienda de ese estilo fue la residencia Pullman, en la década del 10, que luego se convertiría en Mansión Presidencial y posterior Palacio Nacional.

En el esquema californiano bungalow una galería o veranda rodea la vivienda de formas simples de un solo nivel, con techo de zinc a cuatro aguas y columnatas en la galería frontal, que abarcan la proyección del alero.

Edificaciones públicas sobresalientes de este período fueron la oficina de Obras Públicas, que construyó carreteras y el sistema de alcantarillado durante el gobierno de Ramón Cáceres, de 1905-1911.

En 1929 fue construido el primer acueducto de la capital en una toma del río Isabela. Creció la infraestructura escolar con el empuje que dio a la educación Eugenio María de Hostos. Las autoridades reconstruyeron el hospital Padre Billini, y se expandieron los sistemas de telégrafo, teléfono y las líneas eléctricas.

Al concluir el 1930, alrededor de 60,000 personas vivían en Santo Domingo. Los ensanches comenzaban a proliferar en completa ausencia de un plan regulador.

Los lotes fueron transformados con el modelo de villa, grandes residencias rodeadas de patios y jardines, verjas de hierro o bloques de hormigón.

La calle El Conde seguía siendo la principal arteria comercial, la elegida por inmigrantes árabes y españoles para instalar variados y exclusivos negocios.

Otras dos calles de alto perfil comercial eran la Santo Tomás, actual Arzobispo Nouel, y El Comercio, hoy Isabel la Católica, que alojaba a las instituciones bancarias y las grandes casas importadoras.

 

Cuarto Período (1930-1961)

Un nuevo modelo urbano define el perfil de Santo Domingo en esta etapa. La ciudad  emerge de las ruinas con otra cara, tras la devastación causada por el ciclón de San Zenón, ocurrido en 1930, un mes después del ascenso al poder del dictador Rafael L. Trujillo Molina.

La arquitectura cobró notables bríos al influjo de obras gubernamentales y privadas. Sobresalientes ingenieros y arquitectos desplegaron su creatividad en el diseño y la construcción de edificaciones de estilos versátiles y funcionales que perduran como clásicos de su época.

En las obras gubernamentales predominó la corriente neo-clásica moderna, inspirada en elementos greco-romanos, en las escalas verticales, con fachadas de grandes columnas.  La pureza de líneas y la simetría se dan en una escala monumental.

En cambio, en los proyectos privados hubo versatilidad estilística, con la aparición de la estética Art Deco en residencias y edificios. Asociada a la forma piramidal y a los elementos culturales precolombinos y orientales, la corriente impactaba mundialmente con rascacielos, edificaciones de grandes compañías, como el Chrysler Building, de Nueva York, hasta los negocios pequeños y la vivienda popular.

La construcción asumió, además, la corriente moderna del racionalismo funcional, difundida en Europa, de formas geométricas simples, que pondera la estructura, el espacio y la función.

Características de estas edificaciones son los bloques elevados sobre pilares, las plantas y fachadas libres, las ventanas alargadas, las cubiertas planas, la presencia de jardines. Se alternan las formas verticales y horizontales, y la pintura sustituye los detalles decorativos sobrepuestos.

Las construcciones son hechas con los nuevos materiales de hormigón, acero y cristal.

La capital fue reconstruida con la técnica del   hormigón o concreto armado reforzado con barras de acero, más resistente a los ciclones que la madera, y rebautizada en 1936 con el nombre de Ciudad Trujillo.

En la segunda mitad del siglo XX, las autoridades habían definido los nuevos espacios urbanos para vivienda, recreación y circulación.

El plano urbano tuvo como ejes centrales las avenidas del Malecón o George Washington, Máximo Gómez, y la Fabré Geffrard, hoy Abraham Lincoln.

El primer trazado de la avenida George Washington se hizo en 1931, desde el Obelisco hasta la playa de Güibia, y en 1938 siguieron los de la Máximo Gómez y la circunvalación oeste, convertida posteriormente en la Lincoln.

En Gascue fueron abiertas las calles Danae,  Osvaldo Báez, Doctor Delgado y la Mariano Lluberes.

La antigua Mansión Presidencial, sede del gobierno de 1924 a 1943, fue reemplazada por  el actual Palacio Nacional. El ingeniero Guido D’ Alessandro elaboró los planos de la edificación, de líneas neoclásicas, en un área de 18,000 metros cuadrados, cuyos interiores, jardines y cúpula la convierten en una de las más emblemáticas.

Un inventario no exhaustivo de las obras gubernamentales de este tiempo abarca las edificaciones siguientes:

  • Feria de la Paz, actual Centro de los Héroes.
  • Palacio Nacional.
  • Ayuntamiento del Distrito Nacional.
  • Parque infantil Eugenio María de Hostos.
  • Hotel Hamaca.
  • Hotel Jaragua.
  • Hospital infantil Robert Reid Cabral.
  • Obelisco de dos cuerpos.
  • Ciudad Universitaria.
  • Puente de acero sobre el río Higuamo.
  • Palacio de la Policía.
  • Palacio de Justicia.
  • Aeropuerto General Andrews.
  • Cines Olimpia y Elite.
  • Edificio de las Fuerzas Armadas.
  • Antiguo edificio del Banco Central.
  • Palacio de Educación, Bellas Artes y Cultos.
  • Palacio de Bellas Artes.
  • Instituto Politécnico Loyola.
  • Lotería Nacional.
  • Palacio del Congreso.
  • Pabellón de España, hoy Colegio Loyola.
  • Teatro Agua y Luz.
  • Pabellón de Salud Pública.
  • Palacio de las Telecomunicaciones.
  • Edificio del Archivo General de la Nación.

En las provincias se construyeron numerosas obras, algunas destacadas, como la iglesia de estilo neoclásico y romántico Nuestra Señora de la Consolación, en San Cristóbal; la Casa de Caoba, el Castillo del Cerro, edificio de la Marina de Guerra y un cuartel de bomberos.

En San Juan de la Maguana, el Arco de Triunfo, el Ayuntamiento y el hotel Maguana. En Santiago, el Monumento de la Paz, y en Jarabacoa, el Hotel Montaña.

Obras privadas de ingenieros y arquitectos dominicanos consolidaron la modernidad y contribuyeron a definir el perfil de Santo Domingo con los primeros condominios, residencias icónicas y edificaciones comerciales.

Entre las más simbólicas, algunas del Art Deco, figuran:

  • Edificio Copello (1939).
  • Edificio González Ramos (1946).
  • Casa Plavime (1936).
  • Edificio Fernández (1936).
  • Edificio Baquero (década del 40).
  • Edificio Saviñón (1946).
  • Edificio Santos (1941).
  • Edificio Instituto del Libro (1952).

El arquitecto José Antonio Caro Álvarez hizo uno de los primeros proyectos privados de vecindad de Santo Domingo, entre 1940 y los 50, que le dio continuidad al reparto La Julia, con casas evocativas del suburbio norteamericano.

Teófilo Carbonell Seijas levantó un conjunto de apartamentos en la avenida Bolívar, Gascue, en 1955.

El arquitecto Mario Lluberes Abreu construyó viviendas en Gascue con elementos hispánicos y mudéjares.

Viviendas de familias destacadas convertidas en íconos del período fueron la Casa Vapor, del ingeniero arquitecto Henry Gazón Bona; la residencia Mondesert, obra de Art Deco, del  ingeniero arquitecto Humberto Ruiz Castillo, y la residencia Elmúdesi, considerada “única por sus proporciones, formas armónicas y detalles decorativos’’, hecha por Benigno de Trueba.

Las  principales figuras de la arquitectura dominicana de esta etapa fueron José Antonio Caro Álvarez, Guillermo González Sánchez, Humberto Ruiz Castillo, los hermanos Marcial y Leo Pou Ricart, formados en Bélgica; el ingeniero Guido D’ Alessandro, y Henry Gazón Bona, egresado de la Ecole de Beaux Arts, de París, como ingeniero arquitecto con especialidad en construcciones de hormigón armado.

A Gazón Bona se le atribuye haber delineado el carácter de arquitectura-monumento de las obras oficiales, que resonaba con la grandiosidad y megalomanía de Trujillo.

Fue por un tiempo arquitecto particular del dictador y marcó con ese definido estilo obras que construyó: la Casa Vapor, la Casa del Cerro, el Monumento de la Paz, de Santiago; el edificio del Partido Dominicano, el Mercado Modelo, entre otras.

Otro carácter tuvieron los diseños que elaboró para los primeros proyectos habitacionales fomentados por el gobierno, como el Ensanche Mejoramiento Social, de 1940, y el barrio Obrero, de 1944, los cuales tenían agua potable, energía eléctrica y calles asfaltadas y deslindadas. Otro modelo de ensanche fue María Auxiliadora, construido en 1940.

 

Quinto Período (1961—1996)

La arquitectura se desarrolla exponencialmente en estos 35 años, en consonancia con el crecimiento económico y la intensificación de la política de construcciones y de normativas inmobiliarias que profundizan las transformaciones del espacio urbano en Santo Domingo y otras ciudades.

La creación, en 1962, del Banco Nacional de la Vivienda y de asociaciones de ahorros y préstamos abrió el crédito a la vivienda y dinamizó la inversión pública y privada.

Entre 1961 y 1965 comenzó la construcción de proyectos privados en el Oeste de Santo Domingo cercanos a las arterias dotadas de infraestructura.

Tras una revuelta armada en abril de 1965, los comercios de Santo Domingo que operaron durante siglos en la zona colonial, empezaron a desplazarse a los ejes centrales delineados en el plan urbano de los años 30.

La capital y ciudades del interior comenzaron  a transformarse aceleradamente en las siguientes décadas, como resultado de la política de gobierno del doctor Joaquín Balaguer, que priorizó la construcción de urbanizaciones, proyectos habitacionales, edificaciones gubernamentales, avenidas, parques y una gran red de infraestructura a lo largo de 1966 y 1978.

La dinámica se extendió al sector privado, que construyó viviendas individuales, condominios, bancos, hoteles y centros comerciales, como Plaza Naco (1973) y Galerías Comerciales (1976).

La población capitaleña aumentó a 600,000 habitantes, efecto de un éxodo rural que creó arrabales en las márgenes de los ríos Isabela y Ozama, y propició la creación de un ‘’cinturón verde’’ y de parques para proteger las riberas.

De la arrabalización fue salvada la zona colonial, con trabajos de restauración que comenzaron en 1967 en la Catedral Santa María la Menor, la Plazoleta de los Curas, las plazas Padre Billini, María de Toledo, la de Colón y la plazoleta Duarte.

Restauraciones sucesivas rescataron el conjunto de edificaciones medievales del siglo XVI. Entre las más importantes figuran:

  • Casa de Nicolás de Ovando, con fachada de piedra austera y cinco ventanas en piedra cincelada, techo de madera en caoba centenaria, y un portal gótico-isabelino único en América.
  • Casa del Cordón, la primera casa de piedra hecha en el continente Americano, posiblemente la primera que tuvo dos niveles.  La casa tiene dos patios, uno de ellos conserva los arcos originales de ladrillo. De estilo gótico y mudéjar. Los espacios interiores semejan los palacios castellanos.
  • Casa de Tostado. Su fachada principal, de estilo gótico-isabelino, se considera una fina obra de cantería, con ventana “geminada” dividida en dos partes iguales por un parteluz que sostiene dos arcos gemelos. La casa tiene detalles platerescos.
  • Casa de las Gárgolas, con fachada decorada con seis gárgolas de piedra. La fachada del primer nivel tiene un portal lateral enmarcado en ladrillo y dos ventanas. Sus dos cuerpos en mampostería son de diferentes períodos, uno del siglo XVI y otro del siglo XVIII.
  • Alcázar de Colón, de estilo gótico mudéjar y detalles renacentistas. Construido con mampostería de rocas coralinas. Primer ejemplar del gótico isabelino hecho en América. Conserva 22 habitaciones de las 55 que tuvo originalmente. De estructura rectangular dividida en dos niveles y dos cuerpos unidos por un corredor central y dos galerías. Portal isabelino y pisos reconstruidos en travertino y mármol pulido. Los asientos de las ventanas son los originales.

En las décadas del 80 y el 90 la arquitectura dominicana se desarrolla por toda la geografía nacional acogida a las necesidades del desarrollo. Se corona en proyectos turísticos del Este, como Punta Cana, Casa de Campo, en Puerto Plata, Playa Dorada, Cabarete, Las Terrenas.

Santo Domingo sigue creciendo y acogiendo nuevos estilos arquitectónicos. Fachadas en aluminio y vidrio avizoran la tendencia hacia el estilo moderno internacional.

Algunos de los arquitectos que perfilaron el paisaje urbano con obras en este período son:

  • Pedro José Borrel, con el edificio de oficinas gubernamentales Juan Pablo Duarte, bautizado popularmente “El huacal’’; Torre Popular, Acuario Nacional, Museo de Historia y Geografía.
  • Teófilo Carbonell Seijas, con el Teatro Nacional, inaugurado en 1973 como parte de la Plaza de la Cultura. Los arcos rebajados y modulados de sus fachadas le dan una imagen clásica. Museo de las Américas y Tumba Mausoleo del almirante Cristóbal Colón, llamado popularmente Faro a Colón.
  • Fred Goico, con el Estadio Olímpico, City Bank, Aeropuerto Las Américas.
  • Rafael Calventi, con el edificio del Banco Central, en 1978; Palacio de los Deportes, de Santiago; Monumento de la Guerra de Restauración.
  • Eduardo Selman, quien construyó complejos residenciales, torres de apartamentos, condominios y residencias. Torre del BHD, de 1986; Galerías Comerciales, en la Avenida 27 de Febrero, en 1976; edificio Teleantillas, en 1979; Complejo turístico Puerto Plata Village, en Playa Dorada, en 1988.
  • Eugenio Pérez Montás inventarió en 1963 las edificaciones coloniales. Dirigió la restauración arquitectónica de la Ciudad Colonial. Restauró el Museo de las Casas Reales, el convento Regina Angelorum, la Catedral Primada, el Alcázar de Colón. Participó en el proyecto de Parque Zoológico Nacional y en el de Los Tres Ojos.
  • Arquitecto Plácido Piña, edificio sede del Banco Hipotecario Dominicano (1979) integrado grácilmente al centro de la ciudad; Pabellón Deportivo del Country Club (1980).

La intensidad del ritmo de las construcciones públicas disminuyó de 1978-1986 con la salida de Balaguer del poder. El gobierno del Presidente Antonio Guzmán (1978-1982) priorizó la inversión agropecuaria y la del gasto corriente siguiendo el modelo económico de la demanda inducida. Obras de su período fueron el Edificio de Oficinas Gubernamentales de Santiago, la  Escuela Laboral de San Francisco de Macorís y la reconstrucción de la infraestructura destruida por el huracán David y la tormenta Federico. Su sucesor, el doctor Jorge Blanco, hubo de manejar una crisis financiera y la elevada deuda externa heredada de la administración anterior, que bajó el gasto de inversión y lo obligó a hacer un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

Al regresar al poder en 1986, Balaguer retomó su política de construcción, que  mantuvo hasta 1996.

Obras gubernamentales importantes realizadas en los mandatos de Balaguer son el aeropuerto internacional de Puerto Plata, la Plaza de la Cultura en Santo Domingo, que incluye museos, biblioteca, teatro y galería de arte; los parques Mirador del Sur, Norte y Este, el Jardín Botánico, el Acuario Nacional, Centro Olímpico, avenidas 27 de Febrero, Prolongación Bolívar, Winston Churchill, la Avenida del Puerto y Plaza Marina, Instituto Postal, Teatro Regional del Cibao, Teleférico de Puerto Plata, presas Jigüey-Aguacate, Valdesia, Palacio de Justicia de Santiago, Catedral de La Vega, Basílica de Higüey, Plaza de la Salud, y numerosos proyectos y urbanizaciones, como Honduras, Barrio de los Maestros, La Caoba y Puerto Isabela (Hoyo de Chulín).

 

Sexto Período de la arquitectura (1996-2017)

Esta época evidencia una estética modernista y minimalista, con edificios de gran altura, estructuras de acero pre-fabricadas, diseños computarizados que enriquecen las obras, y tecnología high-tech, con sistemas automatizados, servicios de energía, seguridad vía redes de comunicación y cableado inalámbrico.

A sus 515 años, Santo Domingo encarna en una metrópolis vestida de elementos urbanos y arquitectónicos mundializados, con siete municipios y una población de casi tres millones de habitantes.

Los cambios más dramáticos se perciben en su polígono central, el espacio de mayor actividad comercial, cuyos límites son la Avenida John F. Kennedy al Norte; la Winston Churchill al Oeste; la Avenida Máximo Gómez al Este y la Avenida 27 de Febrero al Sur.

A partir de 1998 se intensifica la transformación de los espacios horizontales tradicionales, tras una regulación municipal que orientó el crecimiento de la ciudad hacia adentro, con edificaciones altas que han creado presiones a la infraestructura de servicios, pese a que fueron fijadas normas sobre densidades, alturas y áreas permitidas.

Antes de entrar al milenio, múltiples iniciativas privadas comenzaban a variar el perfil urbano capitaleño con torres de apartamentos y centros comerciales grandes, medianos y pequeños, y el modelo emigró a Santiago y a otras ciudades del interior.

Paralelamente, el auge del turismo impulsa grandes inversiones públicas y privadas que llenan el territorio dominicano de proyectos habitacionales y hoteleros de moderno diseño.

Los cambios físicos del espacio urbano se producen de manera vertiginosa con una velocidad que reta la planificación.

Se realizan mega proyectos de torres y centros comerciales a una escala nunca vista en épocas anteriores. En la imagen de modernidad resaltan en Santo Domingo los más recientes centros comerciales cerrados tipo “mall”, como el Acropolis Center & Citbank Tower, Blue Mall, Sambil, Agora, Downtown Center, con tiendas internacionales. Las plazas emblemáticas tienen temática cultural, deportiva, de salud y de recreación.

El minimalismo se convierte en la nueva estética moderna expresada en las edificaciones de planos y superficies desnudas, paneles de vidrio, planta libre con espacios de terraza y en la preferencia del color blanco.

Los aportes del sector público han sido notables en esta etapa con la construcción de modernas edificaciones como las que alojan la Suprema Corte de Justicia, la Procuraduría General de la República, Pasaporte y Migración, la Escuela Diplomática, el Metro de Santo Domingo, y el módulo operacional de la Oficina Metropolitana de Servicios de Autobuses (OMSA), iniciativas de las administraciones del doctor Leonel Fernández.

 

Infraestructura vial

La construcción y habilitación de infraestructuras constituyó uno de los puntos importantes de la gestión de Leonel Fernández desde que comenzó su primera administración  en agosto de 1996.

En su primer cuatrienio (1996-2000), la inversión en infraestructura aportó a la capital el Corredor de la Avenida 27 de Febrero, que en su primera etapa incluyó dos túneles en direcciones Este-Oeste, y el Bulevar, y en la segunda, la ampliación de la 27 de Febrero,  integrada al viaducto más grande de Santo Domingo, con varias rampas en las principales intersecciones.

También, el túnel de Las Américas, que conecta el centro de la capital con la zona oriental; el Corredor de la Kennedy, la construcción de cuatro estaciones de peaje en el kilómetro 25 de la Carretera Duarte, el 12 de la Autopista 6 de Noviembre, 12 de la Carretera Sánchez, y el kilómetro 24 de la Autopista Las Américas. Y un paso a desnivel en la entrada del Aeropuerto Internacional de las Américas.

Fue construida la Autovía del Este, y rehabilitada y ampliada la Autopista 30 de Mayo, y se prolongó la Avenida Luperón, desde la Avenida Independencia hasta la Autopista 30 de Mayo.

En 1997 se terminó la ampliación de la Autopista Duarte que había iniciado el gobierno anterior de Joaquín Balaguer. Incluyó las avenidas de circunvalación de Bonao y La Vega, con cuatro carriles nuevos, 22 puentes, nueve distribuidores de tráfico y una estación de peaje.

Durante su primera administración gubernamental se construyeron y rehabilitaron  cerca de 104 carreteras en 23 provincias y en el Distrito Nacional, además de escuelas, centros de salud y viviendas de interés social. En adición, se invirtieron cuantiosos recursos para la rápida rehabilitación de 120 puentes, viviendas, carreteras, centros educativos y otras obras de infraestructura destruidas por el huracán George en 1998.

En el 2000-2004 la inversión pública en el sector de la construcción se redujo en un 70 por ciento durante el gobierno del ingeniero Hipólito Mejía que orientó el gasto a la agricultura y atravesó una crisis financiera bancaria que deprimió la economía.

Con el regreso al poder del doctor Fernández en el año 2004, el país se recupera, la economía repunta y crece el ritmo de las construcciones. Algunas de las obras viales del segundo y tercer mandato del Presidente Fernández (2004-2008 y 2008-2012) son las siguientes:

  • Autopista El Coral.
  • Puente flotante sobre el río Ozama.
  • Bulevar Turístico del Este.
  • Corredor Duarte.
  • Carretera Santo Domingo-Samaná.
  • Bulevar Turístico del Atlántico.
  • Baní-San Cristóbal, el 15 de Azua-San Juan de la Maguana.
  • San Juan-Las Matas de Farfán.
  • Las Matas de Farfán-Elías Piña.
  • San Juan-Barahona.
  • Circunvalación de Santiago, ampliada a cuatro carriles desde Navarrete hasta Puerto Plata.
  • Carretera San Francisco-Nagua.
  • Casabito-Constanza.
  • Jarabacoa-Río Constanza.
  • Navarrete-Puerto Plata.
  • Cibao-Sur, Juan Adrián, Rancho Arriba, Sabana Larga-Ocoa, Ocoa-Cruce de Ocoa.
  • Elevado del Cruce Manoguayano-Autopista Duarte.
  • Reparación de los tramos carreteros Cruce Hato-Nuevo, Manoguayabo y Batey Bienvenido, y asfaltado de las calles de los barrios del sector Herrera.
  • Avenida Penetración.
  • Elevado de la Autopista Duarte.
  • Elevado de la Avenida Charles De Gaulle.
  • Elevado de la autopista Las Américas.
  • Santo Domingo-Cruce Rincón Los Molinillos.
  • Reconstrucción de la carretera Montecristi-Dajabón.
  • Reconstrucción del camino de acceso al vertedero Duquesa.
  • Reconstrucción de la carretera Aguas Negras-Pedernales.
  • Reconstrucción de la carretera Luperón-El Ranchito, en Puerto Plata.
  • Reconstrucción de puentes sobre río Bajabonico; Imbert-Luperón; San Marcos y el de La Isabela, en Puerto Plata.

Otras obras incluyeron la presa de Pinalito, el parque Eólico Quilvio Cabrera, la Ciudad de la Salud, Escuela de Bellas Artes, Teatro Manuel Rueda, Parque recreativo de Palavé, en Santo Domingo Oeste; acueducto múltiple de La Ciénega-Manoguayabo, Centro de Menores, en el Batey Bienvenido; Escuela Hermanas Mirabal, remodelación y ampliación del liceo de Manoguayabo, Escuela Básica Juan Pablo Duarte y la reparación del centro educativo Ercilia Pepín.

La inversión en centros educativos incluyó las escuelas La Unión, Independencia, Nuevo Amanecer, Altos de Chavón, Eugenio María de Hostos, Juana Saltitopa, Mi Bandera, Rogelio Minaya, Las Américas, Felix María del Monte. En el área de la salud se invirtieron RD$400 millones en la reparación del hospital Materno Infantil San Lorenzo de Los Mina.

En materia del tránsito público, la construcción del Metro de Santo Domingo revolucionó el transporte de la capital proporcionando a miles de sus habitantes un medio de locomoción rápido, económico y seguro.

La primera línea fue terminada en el 30 de enero del 2009, con 16 estaciones, seis elevadas y diez soterradas y un largo de pista total de 14.5 kilómetros.

La segunda línea, de 12.8 kilómetros, fue concluida en abril del 2013 por el gobierno del Presidente Danilo Medina, que ha seguido impulsando la inversión pública con proyectos de viviendas y de infraestructura que incluyen una red integrada de carreteras, caminos y puentes distribuidos por todo el territorio nacional.

Entre las obras viales de gran impacto, se concluyó el circuito de carreteras del Este, que conectan Punta Cana con Santo Domingo en menos de dos horas, y llegar en poco más de una hora a otras zonas turísticas importantes, como La Romana y Bayahibe.

Además, el Boulevard Turístico del Este, desde el aeropuerto de Punta Cana hasta Uvero Alto; la Circunvalación Romana; la carretera San Pedro de Macorís-La Romana; la circunvalación de San Pedro de Macorís; la carretera de acceso a Uvero Alto y la carretera La Romana-Guerrero-Guaymate-Cruce El Pintao.

Otras obras de infraestructuras construidas en el Gran Santo Domingo y en el Distrito Nacional son el Paseo Marítimo 30 de Mayo, el distribuidor de la Avenida Ecológica, tres Centros de Atención Integral para la Discapacidad (en Santo Domingo Oeste, en Santiago y en San Juan de la Maguana), la carretera Uvero Alto-Miches, la carretera Miches-El Seibo, la Carretera Baní-Azua, la Circunvalación Santo Domingo Tramo I, el Hospital de la Diabetes y Nutrición, el edificio de la Cultura y Plaza comercial, en San Juan de la Maguana.

Adicionalmente fueron concluidos el Acueducto Múltiple Hermanas Mirabal, y el Acueducto Múltiple Villa Trina, y se mejoró el Acueducto San José de las Matas; la carretera que conecta el tramo Piedra Blanca-Juan Adrián-Rancho Arriba, que acorta distancias entre las regiones Cibao y Sur; la ampliación de la Autopista Las Américas, tramo La Caleta-Boca Chica; la carretera Villa Mella-La Victoria, y la Carretera Miches-Sabana de la Mar, que forma parte del Circuito Vial del Este.

De interés social es la ciudad Juan Bosch, ya en su etapa final, en la zona oriental de Santo Domingo, una inversión pública y privada que provee 25,000 viviendas populares con servicios de energía y agua, al amparo de los beneficios que ofrece la ley de fideicomiso.

También, de gran envergadura social ha sido el proyecto de La Nueva Barquita, que reubicó a más de 5,500 moradores que vivían en espacios de alto riesgo de inundaciones. A la vez, activó una dinámica de inserción social y educativa de una población hasta entonces excluida.

Este proyecto previó la inclusión al cinturón verde de más de 30 hectáreas de superficie de  una zona no urbanizable.

En este período de 21 años la arquitectura florece motorizada por la construcción de obras públicas y privadas, y las grandes inversiones en el sector turismo. Como nunca antes, el crecimiento económico produce un impresionante auge inmobiliario que multiplica los edificios de apartamentos, las casas veraniegas, las plazas y locales comerciales en el territorio nacional.

 

FUENTES

  • Lo Dominicano/All Things Dominican, publicación de la Global Foundation for Democracy and Development (GFDD) 2016
  • Guía Emocional de la Ciudad Romántica, Joaquín Balaguer, edición del 1992.
  • leonelfernández.com >obras.
  • Discursos de rendición de cuentas al Congreso del Presidente Danilo Medina.
  • https:/arquitexto.com
  • pdf Santo Domingo 2010: El estado de la arquitectura contemporánea-Archivos de Arquitectura Antillana.
  • disegnodiezunibe.wordpress.com/arquitectura dominicana actual.
  • Arquitectura Antilla del siglo XX
  • https://books.google.co
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