Música típica dominicana

Música típica dominicana












Video: Que viva el Merengue >>


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  El hombre dominicano es sin dudas un magnífico ente musical. Desde el rudo y soleado trabajo del campo con sus cantos de hacha hasta el quehacer cotidiano del más alto funcionario urbano, se colma de continuo el espacio de música, ritmo y alegría. Como resultado de tal urgencia anímica de connotaciones hasta nerviosas, existe en el país un número impresionante de emisoras de radio distribuidas desde la capital hasta las provincias más remotas; con este caudal de música diaria se llena una buena parte de la cuota que la población requiere.
 
De suerte que, en la República Dominicana y aunque parezca curioso, cada actividad tiene su propia música: un acontecimiento político cualquiera es digno de una historia, narrada en música y letra, sin excluir las tonadas dedicadas a los candidatos durante las campañas presidenciales. Existe música específica para la celebración de aniversarios, bodas, las madres, los santos y santas patronas de la iglesia, los héroes patrios, el izamiento de la bandera en las escuelas y también el retorno al hogar; así mismo, para el árbol y las flores, pueblos y parajes, justas deportivas  y personajes, …todo se
canta en Quisqueya! narrada en música y letra, sin excluir las tonadas dedicadas a los candidatos durante las campañas presidenciales. Existe música específica para la celebración de aniversarios, bodas, las madres, los santos y santas patronas de la iglesia, los héroes patrios, el izamiento de la bandera en las escuelas y también el retorno al hogar; así mismo, para el árbol y las flores, pueblos y parajes, justas deportivas  y personajes, …todo se canta en Quisqueya!

Esta masiva obstinación musical merecedora de un profundo estudio del psiquismo nacional, se enmarca en los perfiles más sobresalientes de la cultura popular de un pueblo golpeado en sus entrañas de antaño por todos los flancos sin la menor tregua. Con ello se explica el refugio que el dominicano se auto-proporciona con sus cantares, ritmos y danzas.

Con la radio o sin ella, la música está presente cada día en el acontecer nacional por diferentes medios: las bandas municipales o militares, orquestas y combos de merengues, los conjuntos de música típica; así mismo se escuchan  a toda hora canciones románticas y bachatas en las voces de profesionales y de la misma gente. La Orquesta Sinfónica Nacional se presenta por temporadas espaciadas en el Teatro Nacional, y en la misma forma los coros, Nacional y  de la Catedral Primada.


Música típica dominicana
Una de las singularidades de la música popular dominicana es la constante variación. Para unos, el hecho constituye una muestra admirable del don de la creatividad. Para otros, la tal ocurrencia  deviene confusión y disgregación de los valores originales. Lo cierto es que el país se muestra desde hace décadas como escenario de una formidable explosión de músicos, ritmos y  estilos, que, aunque diferenciados, conviven ceñidos tenazmente al nombre del merengue. El resultado ha sido positivo, sin dudas, si se mide el alcance internacional obtenido, con logros jamás vislumbrados.

 
El merengue actual, aunque en franca pérdida de la anterior vigencia internacional a que nos habíamos acostumbrado, se mantiene estable en su estructura promedio, es decir, aquella cimentada durante las tres décadas finales del siglo anterior. Las quejas se suceden y no sin razón, mas, vale la pena recordar las arrolladoras popularidades de otros ritmos tropicales, tales como el mambo, la llamada salsa y otros, de cuyos auges sólo nos queda el recuerdo. La música popular, entiéndase, ha estado siempre sujeta a las acometidas inexorables del mercantilismo, siempre frío y sin escrúpulos.

 
Volviendo a la sinuosidad del merengue en su trayectoria, casual, o forjada en las manos de sus distintos líderes de turno, sería interesante echar una vista panorámica aunque sucinta de los más sobresalientes cambios, no en cuanto a su dimensión popular ni mucho menos a la respuesta entusiasta o no de las multitudes, sino, por su consistencia estrictamente musical y de forma.

 
 De antiguo, el concepto rítmico de la música típica dominicana,  preconizaba una cadencia sin puntuaciones ni aristas provocativas y excitantes. El acordeón, elemento foráneo pero naturalizado por aclamación popular, suscitaba ese sentido de vaivén embrujador, (”jamaqueo”, en lenguaje cibaeño) que caracteriza al original estilo. Cuando el dicho ritmo, conceptuado en el fragor de las fiestas de enramada, fue vestido de saco y corbata y entronizado en los salones sociales (1936), la diferente instrumentación entonces en boga no fue motivo de resentimiento alguno entre las partes. La misma fragancia, un nuevo envase.

El mundo, sumido entonces en guerras y conflictos, destelló una secuela de transformaciones radicales que penetraron hasta el mismo recinto interior del carácter y la personalidad humana. Nuestro país no estuvo exento de esta mundialización de los sentimientos. El merengue, a la sazón música frágil e ingenua, recibió el impacto y su ritmo, mecido en el tiempo y de fraseología cadenciosa, vino a  tornarse en convulsiones de jolgorio, reflejo elocuente del mundo circundante.

Nuestra música típica, en manos del llamado perico ripiao, se ha convertido en el gran fenómeno de la popularidad y atracción desde hace más de una década, muy superior a su pasado inmediato. El hecho ha dado lugar a una inusitada proliferación de estos conjuntos, responsables de numerosas asistencias en los sitios de diversión, mayormente en la región del Cibao. Vale reconocer en toda justicia, el valioso soporte que ha recibido esta música por parte de los dominicanos residentes en el exterior con su presencia militante, portadores como son del más exacerbado sentimiento de dominicanidad.

Los tales pericos ripiaos sólo disponían desde su aparición en los finales del Siglo XIX y hasta 1970 de tambora, güira y acordeón; luego, con el inevitable maridaje de la electrónica con la música, los pericos comenzaron a utilizar las guitarras-bajo amplificadas. Esta adición trajo consigo gran beneficio al conjunto y finalmente el reemplazo de la inútil “marimba”, compuesta de una caja de madera, un hueco frontal con láminas finas de metal o flejes que pulsadas en sordo remedo del contrabajo, producían un sonido indefinido y sin interés musical.

El saxofón, por su parte, un instrumento de origen belga-francés, causó fascinación a los merengueros típicos quienes lo adoptaron sin objeciones consiguiendo con esta inclusión un innovador estilo y mayor variedad sonora. Recientemente, y con el éxito de estos grupos y la gran demanda y competencia que provocan, ha venido a incorporarse la trompeta, adición en parte desafortunada, pues con ello se desvirtúa la sonoridad original asemejándose al reconocido timbre del combo.


Textos Rafael Solano

 

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