La dieta de los conquistadores

La dieta de los conquistadores


Estudiando los inventarios de la carga transportada por 148 barcos que llegaron a la isla de San Juan, hoy llamada Puerto Rico, procedentes de la isla La Española y de Sevilla entre los años 1512-1513, y 1515-1516, se ha podido calcular el volumen y el valor de los flujos comerciales, así como los alimentos que componían la dieta de los conquistadores y primeros colonos de las Antillas.


Estas informaciones estuvieron guardadas casi por 500 años en los raros legajos de contaduría del Archivo General de las Indias, en España, que contienen las relaciones de mercaderías transportadas entre los puertos mencionados.


Esos documentos muestran que el comercio entre Borinquen y La Española era un intercambio de alimentos básicos (cazabe, maíz, tocino y frijoles), animales (vacas, cerdos, caballos, gallinas, cabras, burros y perros), y manufacturas insulares: hamacas, bateas, tanto para lavar oro como para usos múltiples, y las llamadas “camisas de Haití” fabricadas en Yáquimo, hoy Jacmel.


Los individuos que entraron con Juan Ponce de León a la vecina isla en 1509 no se ocuparon en la labranza, pues casi todos se dedicaron a la búsqueda de yacimientos auríferos y a asaltar los poblados indios para obtener esclavos. La guerra contra los indios alejó toda posibilidad de obtener alimentos pacíficamente en los poblados indígenas. De ahí que el abastecimiento de cazabe, maíz, frijoles y tocino proveniente de la Española fuera algo esencial para la supervivencia.


De las naves que hacían el viaje entre las islas, muchas salían del puerto fluvial de Yuma, en Higüey, hacia San Germán, en la parte occidental de San Juan. La navegación entre uno y otro punto se hacía casi en línea recta con escala opcional en la isla Mona. El poblado de Caparra, o Puerto Rico, se encontraba demasiado lejos, aunque hasta allí también iban algunas naves.


Una de las muchas “relaciones de mercaderías” de las naves que llegaron a Puerto Rico y San Germán procedentes de La Española proporciona un claro ejemplo de las dimensiones de los embarques.


La relación de mercaderías de la carabela San Cristóbal, redactada a su salida del puerto del Río Yuma en Higüey el día 27 de agosto de 1512, contiene 986 cargas de cazabe, 56 fanegas de maíz, 1 fanega de frijoles, 15 arrobas de tocino, 1 botija de manteca, 25 gallinas, 4 vacas, 4 becerros, 62 puercos, 21 perros y perras, 59 bateas de servicio y 43 bateas de lavar oro.


Cada una de las 37 naves que llegaron a San Germán y Puerto Rico procedentes de La Española en los años 1512 y 1513 presentó ante las autoridades locales una relación de mercancías similar, conteniendo datos de los volúmenes y precios, así como los nombres de los embarcados y los consignatarios de las mercaderías.


Todas esas mercancías y animales eran importantes en aquella temprana época de la conquista. El cazabe, el maíz, el tocino, la manteca y los frijoles aseguraban la obtención de una dieta básica, rica en carbohidratos, proteínas y grasas, que se completaba con los demás alimentos importados de España, entre los cuales se destaca el aceite de oliva.


Las relaciones de mercancías procedentes de Castilla mencionan casi siempre el aceite de oliva en los embarques. Otros alimentos europeos que completaban la temprana dieta colonial dominicana, puertorriqueña y antillana, eran las aceitunas, las alcaparras, el ajo, las almendras, el azúcar, los bizcochos, las frutas en conserva, los dátiles, los garbanzos, las granadas, la harina de trigo, los higos, el membrillo, la miel, la mostaza, las nueces, las uvas pasas, los quesos, particularmente los quesos de Canarias, las sardinas, la sal, el vinagre y, desde luego, el vino. Además de estos alimentos, los embarques registran cantidades apreciables de especias, particularmente clavo, canela, pimienta y jengibre.


Los documentos de cada uno de los 148 barcos llegados a la isla de San Juan en los años mencionados van refiriendo uno tras otro los detalles de lo que trae cada pasajero, sea comerciante, marino, emigrante o funcionario. La serie de legajos de la segunda década del siglo XIV no está completa, pero con los cuatro años disponibles tenemos una base de datos que nos permite estudiar la estructura de los precios y los volúmenes del comercio interinsular y metropolitano de la conquista de América.


Frank Moya Pons, de la Revista Rumbo


 

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