Período de “la España Boba”
Conquista y colonización La industria azucarera Contrabando y piratas Ocupación francesa del lado occidental de la isla | Al terminar la Guerra de Reconquista, la colonia de Santo Domingo quedó devastada y en la más absoluta miseria. La situación no varió en los años siguientes, ya que el Gobierno de España debía afrontar las luchas internas de sus Cortes (acicateadas por intereses franceses), los movimientos de emancipación que emergían en sus grandes colonias de América del Sur y México, así como la amenaza que los Estados Unidos representaban para sus posesiones coloniales en América del Norte. Miseria generalizada. Cinco administraciones o gobiernos coloniales se sucedieron entre 1809 y 1821, sin que se produjera un cambio sustancial en la vida económica de la parte oriental de la isla: • Agricultura casi en su totalidad de subsistencia. Se tuvo que volver a solicitar el subsidio del situado que, en todos esos años, sólo arribó en dos ocasiones y por montos mínimos. A continuación, un extracto del Compendio de la Historia de Santo Domingo (Págs. 25 y 26 del Tomo II, 1982), de José Gabriel García, que resume la vida en esa época: “…que por eso llegó a tomar la época a que aludimos el nombre vulgar de la ‘España boba’, pues que eran tan pocas las necesidades exigidas por la vida social a causa de la miseria reinante, que no había pobres propiamente dichos, teniendo todas las clases relativamente las mismas necesidades. No se conocía la ostentación en el vestir, ni la moda variaba sino de tarde en tarde; no había teatros, ni paseos públicos, ni fondas, ni casas públicas de recreo o de prostitución en donde malgastar el dinero; de modo que una pequeña hacienda cultivada por ocho o diez esclavos, producía lo bastante para que una familia se considerara feliz, dando el mismo resultado cualquiera de los mezquinos sueldos que señalaba el presupuesto, con los cuales se conformaban los empleados del rey, a quienes la escasez de artículos de lujo y la baratura de los de consumo ordinario, les proporcionaba considerables ahorros. Los artesanos y los agricultores alcanzaban la satisfacción de sus necesidades a poca costa, y en medio de la sencillez de sus costumbres, los más infelices de los dominicanos vegetaban, más bien que vivían, tranquilamente, entregados a sus placeres favoritos: la mesa, el juego de gallos, los bailes nacionales, las corridas de toros y las festividades religiosas, situación que no llenaba de ninguna manera las aspiraciones de la gente pensadora, ni ofrecía la perspectiva de un risueño porvenir.”
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