Galería de fotos de ciudades

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La cara maritima de la Villa de Santo Domingo. Las nuevas ciudades.

La conquista de América es consecuencia del proceso expansivo de las sociedades europeas, bajo la protección de la cultura científica en ascensión que surgió del Renacimiento, y afectadas por los cismas religiosos, aunque conscientes de su papel como elementos de consolidación de un incipiente capitalismo. España proyecta hacia los nuevos territorios el impulso originado por el resultado de la expulsión de “los moros”, teniendo a sus espaldas las consecuencias de las Cruzadas, que unifican territorios europeos en nombre de Dios (Alemania, Francia y otros reinos y comarcas, se alían a España por la fe).







  Casa colonial en esquina. Ese entusiasmo español, fortalecido por la unificación del territorio ibérico, no sólo traslada hombres y luego mujeres a sus nuevos territorios, sino que transplanta también su cultura a las poblaciones que descubre, imponiendo instituciones, costumbres y hasta usos contradictorios, como es de antagónico con la religión, la fuente misma que los origina, el haber diezmado a los grupos aborígenes, desconociendo el acerbo hereditario de los nativos, sin intentar interpretarlos ni comprenderlos.
En consecuencia la colonización española, es una indescifrable mezcla de empresa capitalista y cruzada medieval trasladada al Caribe, que se sustenta en la esclavitud de las poblaciones nativas y la explotación y extracción de las materias primas locales esenciales (especias y otras) que sustituyen, en esa fase primaria, a los minerales preciosos que son el motivo del saqueo en Perú y México.

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  Acantilado de Montecristi. Cada espacio de territorio “descubierto” se reclamaba sembrando fortificaciones y poblándolos con aventureros dispuestos a todo. Estos asentamientos, con el tiempo, irradian una cultura de expansión que a su vez fomenta la explotación social (que segrega) y económica (que da prestancia). Los criterios de vecindad urbana son importados desde Cádiz y Sevilla, como consecuencia jurídica de la estructura española de predominio del territorio en función de las jerarquías de mando (poder político e influencias en la corona). La ciudad era la punta de playa de las reparticiones para los encomenderos: por eso había prisa en fundar ciudades. Entre 1496-98 y 1630, sólo los españoles fundaron 295 villas que persistieron o todavía permanecen. Otras, lamentablemente, desaparecieron.
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  La Fundación. Hace 500 años, un grupo de colonizadores españoles dejaron declarada la fundación de un asentamiento en un lugar habitado por los aborígenes taínos de una isla llamada “madre de todas las tierras”. Fue el segundo asentamiento hispano en el Nuevo Continente (la Isabela fue el primero), y el más antiguo que se mantiene todavía vigente: se conoció como “la Villa de Santo Domingo”, situada hacia el interior de la desembocadura del río Ozama, en el mismo centro del archipiélago de Las Antillas. Ocurrió entre 1496 y 1498, un 4 de agosto, se dice que un domingo. La inexactitud de año responde a un desacuerdo entre historiadores dentro de un debatido seminario, que zanjó las diferencias asumiendo el plazo en el cual debió ocurrir. Se inició así el ensayo del fenómeno más importante del ya decadente siglo XVI: el establecimiento de las pautas fundacionales que darían origen a un nuevo urbanismo y por ende a las nuevas ciudades de matriz europea en América. Desde el principio tuvo la función de ser la base logística de la penetración española en América.
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  El balconcete . La ubicación del primer asentamiento tuvo errores básicos, como lo era la difícil accesibilidad desde el río Ozama, y la escasez de fuentes de agua potable en el lugar mismo. Es muy probable que ello motivara el traslado de la villa a la margen occidental, justo enfrente del primer emplazamiento, en el lugar donde una hondonada produce un cómodo declive de acceso desde el río, teniendo además el recurso del agua potable en abundancia. Un huracán que asoló la nueva villa habrá ayudado a decidir el momento definitivo de la mudanza.
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  Casa Vernacula. Antes, otros arqueólogos prácticos (Elpidio Ortega y Fernando Luna Calderón) habían encontrado vestigios de esa ancestral cultura de subsistencia en los alrededores de los “Molinos Dominicanos”, es decir, en el lugar del primer emplazamiento de la ciudad.
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  Pared con piedras. Los aborigenes, seres humanos desconocidos como tales, fueron inmediatamente esclavizados y se constituyeron en los operarios que trabajaron las canteras de Santa Bárbara, sector de dónde salieron las piedras calcáreas con que fueron levantadas las obras imperecederas que aún asombran a estudiosos, estudiantes y turistas. Muchas de esas construcciones fueron el producto del trabajo brutal realizado por los nativos. Las excavaciones arqueológicas realizadas en el entorno de muchos monumentos, testifican la presencia de una comunidad nativa en el emplazamiento actual de Santo Domingo. El arqueólogo canadiense Pierre Denis, encontró rastros de un horno de los que usaban los aborígenes para preparar el pan de palo o casabe, en los cimientos de lo que ahora es la escuela de Bellas Artes, levantada en la esquina noreste de las calles Del Conde e Isabel La Católica.
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  Muro de tapia y ladrillos. Lo primero que se construye es la torre de tapias y maderas; luego una casa de gobierno en que se ubicaban las instituciones, tanto militares como municipales. También un almacén de mercancías y algunas casas de personajes prominentes, que fueron levantadas con materiales de mayor duración. Hoy sólo quedan los restos arqueológicos de algunas de sus construcciones, entre ellos, una estructura cilíndrica, pozo o torre y la pequeña ermita dedicada a la Virgen del Rosario.
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