Theater

Theater


Arte independentista


Sociedad dramática fue el nombre que dieron los miembros de La Trinitaria al grupo que crearon con la intención única de utilizar el teatro como instrumento de difusión de sus ideas y acciones patrióticas.


El llamado “Teatro de los trinitarios” permitió a los miembros de la sociedad reunirse con el pretexto de dar funciones. Una vía directa para transmitir al pueblo su proyecto libertario salido de un grupo que quería hacer colectivo el sentimiento patriótico de la dominicanidad. El grupo se valía de volantes para promover sus funciones, los patriotas convertidos en artistas recurrieron a autores extranjeros para llevar su mensaje. “Roma Libre” y “La Viuda de Padilla” destacan entre las obras representadas.


El patricio Juan Pablo Duarte oficiaba como apuntador. Asimismo, Juan Isidro Pérez, Jacinto de la Concha, Félix María del Monte, Pedro Pina y José María Serra formaron parte del grupo de actores y sustentadores de la sociedad teatral. De ellos dijo Joaquín Balaguer que eran “actores improvisados a quienes el ardor nacionalista convertía en intérpretes admirables”.


“Los testimonios de la época indican claramente –reseña Molinaza– la improvisación como una constante en los montajes. Más que obras dramáticas, eran espectáculos llamativos para incentivar la lucha revolucionaria.”


El teatro y la política mantuvieron un vínculo estrecho también durante la República (de 1844 a 1861). Se mencionan las obras de Javier Angulo Guridi y Manuel de Jesús Rodríguez Montaño.


Para Molinaza, sólo vale destacar la obra El general A. Duvergé o las víctimas del 11 de abril, de Félix María del Monte, la cual pone de manifiesto la lucha de intereses entre el grupo de los hateros representados por Santana y el de los madereros que personificaba el general Antonio Duvergé.


Molinaza considera como la primera obra dominicana en términos cronológicos, y la reduce a “tragedia personal”, en lugar de tragedia teatral. Tal apreciación lo lleva a considerar que esta manifestación artística nació muerta, como un drama que se prestó a los intereses de un grupo social y no fue capaz de recoger las inquietudes del pueblo.


El historiador calcula que fueron 75 las obras que se escribieron durante la Segunda República (de 1861 a 1916), y que de ellas sólo fueron publicadas 18. En el periodo se organizaron compañías teatrales, se sentaron las bases de un teatro social y se cultivó el indigenismo y el costumbrismo. Las obras Iguaniona, Ozema, Higüemota son de esta época.


“El teatro dominicano evoluciona temáticamente del indigenismo hacia el costumbrismo o criollismo como un producto de las variables románticas que, en algunos casos, se acercan como resultante hacia la búsqueda de un teatro representativamente dominicano y, en otros, es utilizada para propalar la ideología dominante, o para justificar la penetración cultural o las guerras entreguistas invasoras, y en última instancia para ocultar la presencia del negro”, afirma Molinaza.


Las compañías teatrales desfilaron desde mediados del siglo XIX hasta la tercera década del XX, tanto en Santo Domingo como en el interior del país, contando incluso con edificaciones levantadas para sus representaciones. Fruto de ese auge nació el Teatro La República, en la capital. Operas, operetas, zarzuelas, bufos y títeres, entre otros géneros, tuvieron espacio en las plazas para deleite de un público que comenzaba a educarse en estas artes.


Las últimas décadas del siglo XIX y el inicio del siglo XX traen consigo la consolidación de la actividad teatral en el país, con el aporte de diversos autores: Luis Arturo Bermúdez, Tulio Manuel Cestero, Pedro Henríquez Ureña, Max Henríquez Ureña, Francisco Gregorio Billini, José Ramón López y Rafael Damirón.


El periodo posterior, definido por la intervención norteamericana de 1916, acoge cerca de 40 obras, aunque sólo dos fueron publicadas. Federico Bermúdez es uno de los autores prominentes de la época, con expresiones de comedia criolla en un género denominado teatro de propuesta.


En la época de la intervención resalta la presencia de compañías de teatro europeas que buscaban en América los escenarios que les había quitado la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Para los historiadores está claro que los norteamericanos permitieron esa presencia conscientes de que necesitaban tener abierta una válvula de oxígeno en una población en gran medida reprimida.


Al mismo tiempo se dieron a conocer, no sin tropiezos, obras de contenido político, como Los yanquis en Santo Domingo, que se convertían en voz del sentimiento antinorteamericano que reinaba en muchos hogares del país. Rafael Damirón, autor de la pieza, formó parte de un grupo de artistas que se arriesgó a conciencia para llevar a escena las muestras de repudio a la intervención.


La desocupación norteamericana también procreó una manifestación teatral que Molinaza registra entre 1922 y 1930, periodo en el cual desaparecieron las compañías de teatro, se escribieron unas 40 obras y se publicaron siete.


Los Quisqueyanos , de Julio Arzeno, se identifica como la primera obra de este tramo histórico en el que se dan a conocer producciones de corte tradicional de Fabio Fiallo y Fernando A. Pellerano. También nacen obras encasilladas en el costumbrismo con la firma de Mélida Delgado Pantaleón, Juan García y Adalberto Chapuseaux, entre otros. De este último resalta la comedia política El Consejo de Gobierno , que satiriza la gestión del Consejo de Gobierno que encabeza Horacio Vásquez.

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