Diaspora

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Historia de Dominicanos que viven en el extranjero:

“Una Dominicana en la Habana, Cuba”

Doña Josefina Velásquez Mainardi
Por Fior Pichardo, Cónsul General y Elvin Matos, Vicecónsul de la República Dominicana en La Habana, Cuba

Al final de la década del 1940 llega a Cuba, Josefina Velásquez Mainardi junto a su madre, Ana Antonia Velázquez Reyna y sus hermanos, Miguel Angel, Rafael Gregorio y Eneida Velázquez Mainardi, luego de hacer el tránsito por Puerto Rico, siguiendo los pasos de la primera oleada de exiliados dominicanos que salieron del país justo en el año del asalto al poder por el sátrapa, Rafael Leónidas Trujillo Molina, en el 1930. Se cuenta en este primer contingente los señores Federico Velásquez y familia, José Dolores Alfonseca, Angel Morales, Sergio Vilchez, Luis Felipe Mejía, Rafael Mainardi Reyna, Gustavo Díaz, Félix Servio Doucudray, Rafael Lara, Oscar Michelena, Nene Bernal y Antonio Borrell. Este grupo de compatriotas tomaron el camino del destierro acosados por la tiranía de Trujillo, que imprimió el sello de la intolerancia política, trillando los primeros pasos para el establecimiento de la figura mesiánica en que se erigiera el dictador durante largos 30 años.


Para la época, la República Dominicana compartía la compleja coyuntura histórica del reinado absolutista de la tiranía en gran parte de América Latina, con sus consiguientes consecuencias en la armonía familiar, con la lucha política a la orden del día, confluyendo en una violenta avalancha, abarcando todo el tejido social latinoamericano.


De los convulsos acontecimientos de la temporada, doña Josefina recuerda la imagen del combatiente antitrujillista Enrique Jiménez Moya, expedicionario de la primera epopeya contra el tirano que arribara a la República Dominicana por Luperón, recuerdos que llegan a su borrosa memoria junto a los numerosos asesinatos de dirigentes revolucionarios perpetrados por la dictadura de Trujillo en la Cuba de Fulgencio Batista.


Con el paso de los años, la situación geopolítica se abría espacio en su definición en toda la región y Josefina Velásquez Mainardi apostaba por echar sus raíces en la Cuba revolucionaria, contrayendo matrimonio en el año 1956, con el cubano Ismael Vivanco González, (fallecido-1994), con quien procreara sus hijos Ismael Eduardo y Hugo Manuel Vivanco Velázquez. De este retoño de vástagos, el mayor Ismael Eduardo falleció en Alemania en el 2003, donde residía desde el 1985, mientras que Hugo Manuel reside en la República Dominicana desde el 1993.


Llegada a Cuba a la edad de 18 años, realiza sus primeras tareas productivas a principios de la década del 1950 en los Laboratorios CIPROFA, empresa que representaba en Cuba los Laboratorios Hoffan LAROCHE y de la cual era gerente el dominicano Juan Luís Corasie, radicado en México. Luego trabaja por espacio de 10 años en el Comedor de la Escuela Tomás David Arroyo Valdés, en condición de madre voluntaria combatiente. Finalmente, pasa al área de recepción de la Tintorería (lavandería) para técnicos extranjeros, ubicada en el inmenso edificio FOCSA, hasta su jubilación hace unos años.


De este último trabajo, doña Josefina recuerda los gratos encuentros con la comunidad dominicana que cursaban estudios superiores en Cuba, a mediados de la década del 1970, citando a José Juan Castillo Almonte, Vilma Cabral, Rafael Estevez Roché, Jacqueline Sánchez y Mayi de La Hoz, quienes alcanzaran la profesión de médicos en La Universidad de La Habana. De estos compatriotas y otros que no llegan a su memoria septuagenaria, doña Josefina evoca los momentos que les servía con la habitual asistencia semanal a los criollos llevándoles frutas, legumbres y toda la gama de productos que le estuvieran a su alcance. Para esta época, la población estudiantil dominicana ocupaba una residencia ubicada al frente de la Clínica de Salud Especializada Cira García, de renombre internacional.


Un poco más cercano en el tiempo, doña Josefina aún mantiene su brazo en alto con el saludo a la decisión del presidente dominicano Leonel Fernández, de restablecer las relaciones consulares y diplomáticas con el Gobierno revolucionario de Cuba en el año 1997, iniciando un proceso progresivo de intercambio cultural, comercial y de asistencia técnica, así como el establecimiento de acuerdos migratorios, uniendo los dos países en el concierto del mundo globalizado que prevalece en la presente coyuntura.


En la actualidad, doña Josefina Velásquez Mainardi cuenta con 74 años y vive junto a sus nietos Hugo Manuel y Martha María Vivanco Andarcio, ambos descendientes de su hijo menor Hugo Manuel.


Desde su temprana llegada a La Habana, doña Josefina vivió en el reparto La Víbora, del municipio habanero 10 de Octubre hasta el embarazo de su primer hijo, trasladándose luego hasta la residencia de los padres de su esposo, ubicada en la calle 15 No. 455, entre E y F, el Vedado, municipio Plaza de la Revolución, donde aún reside en estos días.


Con la experiencia como razón de juicio y el camino trillado en el curso de la vida, doña Josefina reafirma su apoyo y gratitud al pueblo y gobierno cubano, remontándose hasta los años que su familia fuera acogida en la mayor de Las Antillas y durante el régimen revolucionario que encabeza el Comandante Fidel Castro Ruz, de la que dice sentirse identificada, además del vínculo familiar que le une a Cuba, considerándole como su segunda patria.


Igualmente, después de ver tanta lluvia caer en sus 74 años de existencia, doña Josefina formula un llamado a las nuevas generaciones a tomar en su justa dimensión las lecciones que dicta la historia, para la formación de una clara conciencia en el ruedo de la política, a los fines de servir a los mejores intereses de la patria, sin importar el rumbo que finalmente le imponga el destino en el transcurso de la vida.


Como aspiración de momento, doña Josefina sueña con la continuación del país por los senderos del progreso, pidiendo el concurso de toda la sociedad dominicana en la lucha por mantener el orden público y hacer del ejercicio de la administración del Estado un ministerio de servicio a la comunidad, en el supremo interés de alcanzar una sociedad cada vez más justa y solidaria.

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